Nos volvíamos a encontrar, Alianza Lima llegó a las instancias finales de la Liga Nacional Superior de Voleibol (LNSV) y el rival nuevamente fue Regatas Lima, equipo que ya sabía como arruinarnos la fiesta blanquiazul; sin embargo, la consigna del equipo del pueblo era cobrarnos la revancha y levantar la tan ansiada copa de campeón. Con jugadoras que arrastraban lesiones y refuerzos que no tuvieron continuidad las dirigidas por Aparicio lograron mucho con poco y si bien no logramos campeonar el séptimo jugador (la hinchada blanquiazul) estuvo presente en cada final demostrando que este amor no es para cobardes.
Lograr la medalla de oro requería ganar 3 partidos con 5 oportunidades disponibles. La primera final se jugó un jueves 7 de abril. El primer set marcó a favor Regatas Lima, las rivales se impusieron por 25-22. Los propios errores en defensa, bloqueo y ataque nos habían pasado factura. Y cuando creíamos que los errores serían corregidos y tomaríamos el control del partido una vez más Regatas Lima nos arruinaría la fiesta imponiéndose en el segundo set 25-16. Finalmente, al rival le bastó un set más para liquidar el partido por 25-23. Si bien en este último set el marcador fue ajustado, las blanquiazules no lograron salir del error y para tristeza de todo el pueblo blanquiazul esta primera final la empezábamos con el pie izquierdo. Con un resultado amargo aún quedaba un corto camino para tratar de resarcir las cosas.
La segunda final se jugó el 10 de abril. A las 6 de la tarde empezó lo que sería nuestra segunda caída. El primer set fue a favor de Alianza Lima, las victorianas se impusieron por 25-22 y aparentemente los errores de la primera final habían sido corregidos; sin embargo, cuando todo era felicidad y el aliento del séptimo jugador retumbaba en el polideportivo, Regatas Lima volvió a recobrar vida ¡Ay Alianza que manera de hacernos sufrir!. Con errores nuevamente en defensa y ataque, el rival necesitó de 3 sets más para liquidar el partido y si bien las blanquiazules tuvieron ocasiones que nos devolvían la esperanza para lograr la victoria, Regatas Lima aprovechó nuestros errores, nos arruinó una vez más la fiesta y regresó a casa con una victoria más.
Aun así, con todo el desgaste que significa jugar dos finales, quedaba una oportunidad para poder enmendar las cosas. El tercer partido inició con un ambiente distinto a lo que el equipo había presentado antes. La alegría nos perteneció el tiempo que duró los dos primeros sets dado que las íntimas habían logrado la victoria imponiéndose en el marcador 25-13 y 25-18. El control que habíamos ganado se vio reflejado en los nervios del equipo contrario, nuestros ataques eran agresivos, la defensa era eficaz y el bloqueo era impasable. Sin embargo, cuando pensábamos que tendríamos nuestro final feliz, la historia daría un giro de 360° grados.
Actitud era lo único que el pueblo blanquiazul pedía y que necesitábamos para ganar el tercer set; no obstante, la desconcentración y la falta de comunicación volvieron a aparecer, Regatas Lima una vez más cobró vida y Alianza Lima perdió el rumbo de camino hacia la victoria. El tercer y cuarto set lo ganó el rival por 25 – 18 y 25 – 15. Era un empate que obligaba a jugar un quinto y último set. Si bien el aliento del séptimo jugador fue incondicional, las blanquiazules no lograron volver al partido y la desesperación de que ningún balón caiga, nos quitó la característica que habíamos adquirido de arriesgar todo lo que teníamos en nuestras manos. El quinto set terminó en 15 – 6 y Regatas Lima se proclamó bicampeón de la LNSV.
Luego emociones encontradas y mucha tristeza por el resultado, nos debemos quedar con el equipo que se formó y que representó a nuestro Alianza Lima en cada encuentro. Debemos acostumbrarnos a jugar finales y obviamente a ganarlas porque el pueblo blanquiazul merece ser campeón. Es momento de cambios porque Alianza Lima está para grandes cosas. Estoy segura de que con el apoyo de la administración y la presencia de la hinchada nos cobraremos la revancha y podremos volver a la Victoria con el trofeo de campeón.
Por: Jhermy ‘La gronecita’ Montoya