El domingo pasado, mientras se disputaba el partido entre Alianza Lima y Sport Boys, salí a pasear. Lamentablemente no acudí al estadio y por temas ya conocidos, el juego no fue transmitido. Mientras caminaba con mi novia, ella me dijo que también seguía a Alianza y que estaba al tanto de los últimos resultados deportivos del equipo. Para más de un año y medio de relación, el haber escuchado eso fue algo muy gratificante y simboliza algo; que Alianza también puede ser parte de una vida compartida.
Alianza es … difusión. Es decir orgulloso “soy aliancista” y que el pecho de infle de orgullo por llevar los colores azul y blanco.
Alianza es la primera camiseta que te regalan cuando eres niño y es el pretexto para que un cumpleaños resulte inolvidable con solo un detalle. Fue a los ocho años, dos días antes del 15 de febrero, cuando recibí una camiseta blanquiazul con el auspicio de “América” y la número 10 en la espalda. Desde ese momento, comprendí que nacía una conexión eterna y que irá hasta más allá que la tumba.
Alianza es el primer jugador que te deslumbra. La culpa de este amor por el equipo de La Victoria la tiene Waldir Sáenz Pérez y una campaña notable en 1993 con 31 conquistas.
Alianza es el recuerdo de los primeros triunfos increíbles, como aquel en Cerro de Pasco, cuando en un campo de juego en terribles condiciones, los nuevos “Potrillos” trajeron la victoria a Lima con un gol al último minuto por parte de Sáenz.
Alianza es celebrar un clásico ganado como el 6 – 3 de 1995, con once jugadores que brillaron y un testigo estelar al lado del campo de juego: Don César Augusto Cueto Villa.
Alianza es el grito de campeón soñado por muchos niños que en 1997 lograron desahogar ese deseo que tardó mucho tiempo; en medio de ese lapso, un avión se llevó a una de las mejores generaciones del club. Pero también, es inflar el pecho porque ni la muerte pudo vencerte mi amado Alianza, y aunque costó tiempo sanar el corazón, logró volver a ser el campeón.
Alianza es la segunda familia que te da la vida. Es conocer gente que se termina transformando en parte de uno, en socio ideal para acudir al estadio. Estoy feliz porque tengo amigos que Alianza me dio desde hace más de 10 años y son lazos que, y demostrado, serán eternos. Es en ese tiempo que uno comparte la alegría de los títulos y lo amargo que fue un año como el 2020. En las buenas y en las malas, los amigos y Alianza, de la mano siempre.
Alianza es tener un espacio libre en el quehacer diario, prender la laptop o el smartphone y buscar en Youtube algún vídeo relacionado con el club. No sé cuántas veces, por ejemplo, he visto el gol de José Carlos Fernández en el clásico del 2012 o la campaña en el Año del Centenario, que ya luce lejos en el espacio de tiempo.
Alianza es recordar un gol y emocionarse.
Alianza es recordar un jugador y emocionarse.
Alianza es recordar una anécdota en el estadio y emocionarse.
Alianza es ganar un partido y emocionarse.
Alianza es la emoción misma que de solo escuchar su nombre se genera.
Alianza la vida misma.
Porque sencillamente “… cuando me muera no quiero nada de flores, quiero un trapo que tenga estos colores, el blanquiazul”.
Feliz 122 aniversario al amor más bonito, a aquel que nunca falla.
Por: Daniel ‘Negro Jefe’ Brown