Con el torneo local todavía en incertidumbre, Alianza Lima tiene la oportunidad de enfocarse plenamente en la Copa Libertadores, acaso el mayor bajón después de celebrar campeonatos y subcampeonatos al hilo. Un desempeño decoroso en el torneo es una deuda que este año la hinchada tiene que cobrar sin excusas. ¿O acaso ya olvidamos el 8-1 contra River en la edición pasada que, una vez más, nos dejó con la moral por los suelos? Como debió ser, el resultado fue una sentencia de muerte para Carlos Bustos, que finalmente entregó su cabeza tras no recuperar la confianza del grupo, la dirigencia y la hinchada.
Personalmente, espero que este año Guillermo Salas tenga el mismo destino si nuestro arco termina vulnerado a ese nivel. Porque está bien que a ‘Chicho’ le debamos el levante y el ansiado bicampeonato, pero primero que todo está el papel de Alianza Lima y su nivel en los torneos internacionales. Además, después del desembolso hecho para rearmar al grupo y las movidillas de la gerencia deportiva, sería mediocre no aspirar siquiera a sumar tres puntos con alguna victoria que invite a la hinchada a soñar en la edición 2023. Lo merecemos después de tanta respuesta positiva hacia cualquier iniciativa del club. Lo merecemos más por esa Tarde Blanquiazul en donde el sol inclemente nos recordó que realmente somos hinchas y en la que las botellas de agua a S/50 se convirtieron en una necesidad.
Soy consciente que las cifras no están a nuestro favor. La racha de cero victorias en 29 encuentros en la Libertadores es un fantasma que nos acompaña en cada presentación a nivel internacional. Eso, sumado a lo ocurrido con el amistoso contra Atlético Nacional, en donde tres tantos fueron suficientes para probar que los blanquiazules no son capaces de recomponerse emocionalmente después de un gol en contra, aumentan la incertidumbre. Y es que aquella vez en Medellín no fuimos 100% conscientes de la importancia de defender con seguridad los colores y la historia detrás de cada balón que llegó a los pies de Alianza Lima. Y qué pena, porque nos veían desde las tribunas César Cueto y Guillermo La Rosa, dos leyendas vivas que merecían salir de ese homenaje satisfechos.
Queda entonces confiar en el trabajo del departamento de Psicología del club. Porque lo deportivo también implica contar con futbolistas capaces de cuestionar sus inseguridades y enfrentarlas confiando en su nivel, incluso ante un rival estadísticamente superior, y confiando en la jerarquía de su institución.
Por: Lucia ‘Luchita’ Calderon