Un 15 de febrero de 1901 un grupo de muchachos peloteros que vivían en el
Jirón Cotabambas fundó el Alianza Lima. Según el Libro de Oro, la primera
reunión de estos jóvenes entusiastas (que en ese momento no sabían la
magnitud de lo que estaban tramando y ejecutando), fue en la casa número
334 de la calle, ubicada en el corazón del Centro de Lima. Hago mención a
los orígenes del club porque me pregunto por qué todavía muchos hinchas no
regresamos a ellos y todavía no hemos visitado este lugar, citado también en
numerosos documentos, crónicas y recortes periodísticos. Compañeros,
hermanos, hay mucho más Alianza lejos de Matute.
Así como este sitio, hay muchos otros espacios históricos que como
aliancistas, debemos guardar no solo en nuestro corazón sino también en
nuestra memoria visual. Uno que recientemente ha sido oficializado por la
misma institución es el Parque de la Memoria de los mártires aliancistas en
Ventanilla. Se trata de una iniciativa importante porque desde hace años ya
existe una peregrinación cada 8 de diciembre por parte de numerosas barras
que rinden homenaje a nuestros potrillos caídos en el Fokker. Visitar este
recinto es abrazar nuestro pasado y transformar la melancolía en fortaleza
para seguir compartiendo aliancismo con más personas. Porque, insisto,
Matute y sus alrededores no deberían ser el único espacio para hacerlo.
En el Mes Blanquiazul, quiero aprovechar en mencionar solo estos dos
lugares para preguntarte si has visitado alguna vez en tu vida si quiera uno de
ellos. Sí, nuestra caldera, la ‘Esquina de los amargos’, la ‘Tía Margaracha’, la
puerta de occidente, etcétera, también son necesarios, pero es una
necesidad regresar a nuestras raíces, a nuestra historia, esa que muchas
veces dejamos en el baúl y que solo recordamos cuando otros nos la quieren
robar (o alterar con mentiras).
Por: Lucia ‘Luchita’ Calderon